Por Alexander Martínez
Cuando escuchamos hablar de las momias, la mayoría solemos imaginar tres cosas: cadáveres envueltos en tela originarios de Egipto, cuerpos secos y conservados hallados al ser exhumados en los cementerios o cadáveres que se conservaron casualmente por las circunstancias del medio ambiente. Sin importar cuál de los tres imagines primero, todos tienen un elemento común: el proceso de momificación siempre ocurre después de que el individuo o ser vivo muere. Pero hay un caso interesante y excepcional de momificación que se desarrolló aproximadamente durante unos ocho siglos en una zona de Japón llamada Yamagata: el Sokushinbutsu, que a grandes rasgos consiste en la momificación de una persona en vida.
¿Por qué alguien sería momificado en vida? ¿Sería tal vez una forma de castigar a un criminal? Nada de eso, de hecho, Sokushinbutsu significa “conseguir la budeidad en vida” y tal como el significado nos permite intuir un poco, no era una práctica para todo el mundo sino solo para algunos pocos: los monjes budistas de las montañas Dewa Sanzan, y ni siquiera entre ellos era común, porque solo unos cuantos se atrevieron a llevarla a cabo.
Para entender mejor este interesante ritual, hablemos primero un poco de historia. Resulta, que allá por el año 593 E.C. un príncipe llamado Hachiko, primogénito del emperador Sushun Tennō, llegó huyendo a las montañas Dewa Sanzan tras el asesinato de su padre a manos del líder del clan Soga. A partir de entonces, Hachiko dedicó el resto de su vida a practicar Shugendō, una mezcla de budismo esotérico y sintoísmo, que lo llevó a la adoración de Haguro Gongen, la deidad de esas montañas, así, llevando a cabo ejercicios ascéticos (facilitados por la abundancia de bosques de la región), periodos de penitencia e inculcando a nuevos discípulos, se consagraron las montañas Dewa Sanzan como un centro religioso importante, y al final, muchas personas comenzaron a hacer peregrinaciones anuales para ir en busca de los santuarios en esas montañas durante los meses de verano.
Un aspecto importante del Shugendō, es que sus monjes practicaban un ascetismo extremo con la creencia de que la privación física les permitía ver más allá del mundo material y que su auto sacrificio podía servir a la comunidad a través de medios espirituales porque tras su muerte, que consideraban un acto de redención, podían traer salvación para la humanidad. El sufrimiento antes de morir les permitiría ir al Tushita, uno de los varios cielos budistas; allí disfrutarían de una vida de entre 1.6 y 2 millones de años antes de volver al ciclo de la reencarnación, y mientras tanto, contaban con la facultad de conceder peticiones y proteger a los seres humanos en la Tierra. Pero también creían que este poder espiritual sólo perduraría mientras sus cuerpos físicos permanecieran atados a la Tierra, y de ahí se les ocurrió preservarlos por medio de la momificación.
Ahora bien, cuando en la antigüedad alguien quería embalsamar un cuerpo para momificarlo, lo común era extraer primero los órganos internos para eliminar las fuentes de alimento de bacterias, insectos y hongos que corrompieran el cadáver ¿cierto?, bueno, como mencioné al inicio del artículo, ese no fue el caso de los monjes de Dewa Sanzan. Cuando a finales de la década de 1950 un grupo de investigadores japoneses se enteraron de la existencia de momias en una región tan húmeda, viajaron al lugar para estudiarlas, y se llevaron una sorpresa al descubrir que sus órganos internos estaban intactos, y que incluso habían comenzado a secarse antes de morir ¿Cómo era esto posible? Pues entremos en materia y veamos que era realmente Sokushinbutsu.
Sokushinbutsu era un proceso que duraba casi 11 años y estaba dividido en cuatro periodos de 1000 días cada uno, cada periodo tenía una finalidad, y ahora te lo voy a contar:
Días 1 a 1000
Durante este tiempo, el monje cambiaba a una dieta austera a base de semillas y de los frutos secos que crecían en los bosques circundantes. Con esta dieta se eliminaba la grasa corporal de forma drástica (pues es lo primero que se descompone al morir). Además, la dieta se acompañaba con un ejercicio físico constante y el servicio comunitario que se realizaba comúnmente. Como seguramente puedes imaginar, al terminar los primeros mil días, el monje tenía un índice de grasa corporal prácticamente inexistente; era tan solo piel y fibra.
Días 1001 a 2000
Ahora que se había perdido la grasa, era el turno de los fluidos corporales, así que la dieta se hacía todavía más austera, el monje debía consumir solo algunas raíces, agujas y corteza de pino, y beber un té venenoso elaborado a partir de un árbol de laca llamado “Urushi” (Toxicodendron vernicifluum). Este árbol es tan tóxico que el vapor del té puede causar sarpullido, y su veneno permanece en el cuerpo después de la muerte, haciéndolo poco hospitalario para los insectos; debido a su toxicidad, al monje le provocaba vómitos que supuestamente lo ayudaban a eliminar también los gusanos que habitaban su cuerpo; además, el té hacía que la persona sudara y orinara más de lo normal, que sumado al hecho de que no consumía agua, hacía que su cuerpo se deshidrataba severamente, y la piel se agrietara y se pegara a los huesos, que ya no tenían casi músculo. Al final de este periodo, el monje apenas podía realizar tarea alguna y parecía más bien un cadáver viviente.
Días 2001 a 3000
La parte más difícil del proceso, se realizaba con la ayuda de asistentes que cavaban un hoyo de aproximadamente 3 metros de profundidad donde colocaban una caja de piedra o de madera con las medidas justas para que el monje entrara y se colocara en posición de loto, de la que no se movería hasta la muerte. También colocaban algunas cortezas y raíces para que pudiera alimentarse durante algún tiempo, y colocaban una caña de bambú a forma de respiradero y mediante la cual se comunicaría con el mundo exterior haciendo sonar una campana una vez al día. Acto seguido, se enterraba la caja y se prestaba atención al tintineo diario, el día que la campana dejaba de sonar, se retiraba el respiradero y se sellaba la cripta.
Días 3001 a 4000
Básicamente era un periodo de espera, una vez sellada la cripta, los compañeros del monje aguardaban mil días antes de comprobar si la momificación había resultado exitosa. Al final podían ocurrir dos cosas:
- Si el cadáver estaba descompuesto, el monje era enterrado con honores, por su valor y esfuerzo.
- Si no había ninguna señal de descomposición, Sokushinbutsu había sido un éxito; el monje había conseguido una de las máximas aspiraciones de un budista Shugendō, el honor de haber alcanzado un estado espiritual supremo y convertirse en casi un dios, así que su cuerpo era colocado en un templo para ser adorado como a un Buda.
El primer intento registrado de Sokushinbutsu fue en 1081 por un monje llamado Shōjin, que por cierto no tuvo éxito porque su cuerpo se corrompió, y durante los casi 800 años siguientes más de un centenar de monjes lo intentaron, pero sólo alrededor de dos docenas de Yamagata y algunas prefecturas de sus alrededores tuvieron éxito.
Se supone que fueron varios cientos los monjes que llevaron adelante un proceso de automomificación; no obstante, al día de hoy solo han sido descubiertos alrededor de 20 cadáveres por sokushinbutsu.
En 1877, el Emperador Meiji Tennō prohibió la auto-momificación en Japón para apoyar a la religión natural de Japón, el Shinto o Sintoístmo. La ley prohíbe a cualquier persona la apertura de la tumba de un monje que hubiese intentado Sokushinbutsu, a menos que el monje hubiese entrado en la tumba antes de la promulgación de la ley.
El último caso conocido de éxito corresponde al monje tuerto Tetsuryūkai, que se había estado preparando para Sokushinbutsu durante años cuando se promulgó la ley, y aun así decidió completar el proceso y se selló en la tumba en 1878. Terminados los mil días después de su muerte, sus seguidores fueron una noche a escondidas hasta su tumba y lo desenterraron en secreto para descubrir que había alcanzado Sokushinbutsu, pero posteriormente se encontraron ante un dilema: si exhibían su cuerpo en el templo las autoridades se darían cuenta de que habían violado la ley al abrir su tumba. Al final, decidieron alterar los registros del templo para ajustar la fecha de la muerte de Tetsuryūkai a cierto año antes de la prohibición, y le consagraron en el templo Nangaku, donde permanece hasta nuestros días.
Otros monjes que también habían comenzado el ayuno como preparación para Sokushinbutsu cuando se aprobó la prohibición abandonaron sus intentos, y aunque finalmente murieron de causas naturales, se les honra con estatuas en varios templos.
De todos los monjes que alcanzaron Sokushinbutsu, solo dieciséis se pueden ver en los templos de Japón hoy en día, el resto se han perdido en incendios y otros desastres. Los que quedan, se encuentran sentados en la posición de loto en la que murieron, vestidos con atuendos budistas. A día de hoy, muchos fieles les visitan y les elevan oraciones y peticiones con la esperanza de que los monjes Sokushinbutsu intervendrán con un milagro para conceder sus peticiones.
1 comentario
De maciado interesante. Gracias por gran información.