Por Alexander Martínez.
Son los últimos días de agosto o quizás los primeros de septiembre, ¿el año? 1511, ocho hombres se encuentran en una playa cerca del actual Sian Ka’an en la península de Yucatán; la arena fina y pálida acoge a los sobrevivientes del hundimiento y naufragio de la Santa María de la Barca, ocurrido hacía ya trece días. De pronto, un aborigen sale a su encuentro, uno de los náufragos salta de la barca maltrecha que los transportaba y acude a recibirlo, pero tan pronto se encuentran frente a frente, el aborigen hiende su macana en la cabeza del naufrago y este cae a tierra; no lo saben, pero se encuentran en territorio de los Cocomes, quienes suelen sacrificar a todos los foráneos que entran en sus tierras. Pero ¿Cómo terminaron estos hombres en dicha situación?
Iniciemos la historia de nuestro héroe con su nacimiento allá por los años ochenta del siglo XV (1401-1500) en el poblado de Niebla, cerca del puerto de Palos en España, fue marinero y arcabucero. Obtuvo experiencia bélica participando en la conquista de Granada, el último reino moro en la península ibérica.
En 1508, difuntos ya la reina Isabel y Cristóbal Colón, Fernando el Católico decidió recuperar poder político que había sido cedido a los Colón en las Capitulaciones de Santa Fe, pues su gobierno en el nuevo mundo, había causado bastantes revueltas y enfrentamientos. Al hacer esto, el rey pretendía además acelerar la exploración y conquista de tierra firme e invita a todo aquel que tenga los recursos y disposición a unirse a dicha labor.
Alrededor de 1510, Guerrero viaja a América poco antes de que Vasco Núñez de Balboa descubriera el Mar del Sur y comprobara que hay otro océano al otro lado de América y por lo tanto, que la idea de Cristóbal Colón de llegar a Oriente navegando hacia Occidente era factible.
Para proseguir con la exploración, la conquista y el posible titulo de gobernador de las nuevas tierras, Vasco Núñez decide enviar a Juan de Valdivia a la isla La Española para llevar al almirante Diego de Almagro y demás jueces las noticias del otro mar y la esperanza de encontrar grandes riquezas, pidiéndoles que le escribiesen al rey que enviase mil hombres para proseguir aquel camino.
El capitán Juan de Valdivia y la tripulación de la nao Santa María de Barca, en la que se encontraban también Gonzalo Guerrero y Jerónimo de Aguilar, parten de Darién el 15 de agosto de 1511, con buen tiempo. Pero, al tercer día de navegación, se desató una gran tormenta que con sus vientos huracanados dañó la embarcación, mientras olas gigantescas barrían la cubierta, las corrientes marinas desviaron la carabela cerca de la isla de Jamaica, y más tarde la nave encalló. Tan sólo entre trece y veintiuna personas, incluidas dos mujeres, lograron salvarse del naufragio abordando un batel sin provisiones. Pese a todo, el hambre y la sed, que los obligó a beber sus propios orines, se cobraría la vida de la mitad o un poco más de los sobrevivientes.
Aquí retomaremos el relato del principio: débiles y hambrientos, los sobrevivientes intentaron oponer resistencia, pero al final los Cocomes los tomaron presos. Para su sorpresa, fueron bien alimentados. Sin embargo, mencioné que los Cocomes solían sacrificar a los foráneos, así que al poco tiempo, los sacrificios comenzaron.
Cuando algunos españoles –incluido el capitán Valdivia– habían sido sacrificados, los restantes rompen sus jaulas de madera y escapan. En su huida, llegan un lugar llamado Xamancona , perteneciente a los Tutul xiúes, enemigos de los Cocomes.
El cacique Taxmar los entrega como esclavos a Teohom, su sacerdote, quien los obliga a trabajos forzados, como cortar leña, pescar, cazar animales salvajes… y además participar en las guerras con las comarcas cercanas. Los pocos sobrevivientes que quedaban fueron falleciendo, ya fuera por enfermedades, tareas pesadas o en combate, y a la postre, solo dos hombres sobrevivirían: Gonzalo Guerrero y Jerónimo de Aguilar.
Cuando Taxmar se entera del arduo trabajo que realizaban sus esclavos y su participación en algunos enfrentamientos contra sus enemigos, en los cuales habían destacado por sus habilidades militares, los reclama nuevamente para sí y los toma además como consejeros de guerra. Guerrero les enseñaría diferentes formas de ataque y defensa, entre ellas, diversas formaciones de cuadros y columnas, mostrándoles cómo no todos los combatientes tenían que pelear en forma cerrada y desordenada, ni al mismo tiempo, sino relevándose en las líneas, y atacar también por los flancos, alternando combate y descanso, a fin de no agotarse antes que los enemigos. Además, se dice que formó una especie de falange macedonia con la que derrotó a los Cocomes, que a la postre le dió un gran prestigio.
Algún tiempo después, para hacer una alianza con Chactemal (actual Chetumal), Taxmar le cede a Guerrero al cacique Na Chan Can. , quien a su vez lo regala a su Nacom Balam ( jefe guerrero).
Sucede pues, que un día Nacom Balam cruzó un río y fue atacado por un caimán y, en vez de aprovechar la oportunidad para escapar, Guerrero luchó contra el caimán y le dio muerte. Al ver esto, Nacom Balam le otorgó la libertad, es aquí donde las cosas cambian realmente para Guerrero, pues al ser libre y además seguir acumulando victorias, es ascendido hasta “nacom” (capitán) y posteriormente se casa con la princesa Za’asil-Há también llamada Ix Chel Can, hija de Na Chan Can.
Así pasan siete largos años desde el naufragio, y mientras por su lado Jerónimo de Aguilar se mantiene fiel a su cultura y religión, despreciando todo contacto innecesario con los indígenas, Guerrero se adaptó hasta integrarse a la cultura maya participando en los rituales de mutilación, por los cuales los guerreros demostraban su desprecio al dolor y la muerte, y dejándose hacer los tatuajes y perforaciones propias de su rango militar. Siempre llevaba sus guerras hasta la victoria, pero otro suceso trascendental cambiaría su vida nuevamente.
En 1518, el conquistador Juan de Grijalva tuvo noticia de Jerónimo y Gonzalo al capturar a unos nativos de la zona. Un año antes, Hernández de Córdoba había sido derrotado en Champotón (actual estado de Campeche) por indígenas que se turnaban para flechar y no tenían miedo ni a los caballos ni a los arcabuces; según Bernal Díaz del Castillo, habían sido asesorados por Guerrero.
Cuando en 1519, desembarca la expedición de Hernán Cortés en la Isla de Cozumel, y luego de vencer a los mayas que habitaban en la isla como primer acto de la conquista de México, según narra Diego López de Cogolludo en su “Historia de Yucatán”, de la comunicación con los indios, resultó que algunos dieron a entender que cerca de aquella Isla, en la tierra firme de Yucatán, había hombres semejantes a los españoles con barbas, y que no eran naturales de ese reino. Cortés necesitaba de intérpretes que hablasen los idiomas de la región, así que se propone rescatar a los antiguos náufragos, enviando para ello cartas y regalos con mensajeros nativos. Éstos logran llegar hasta Jerónimo con la carta que decía:
«Señores y hermanos, aquí en Cuzamil (Cozumél) he sabido, que estáis en poder de un cacique detenidos. Yo os pido por merced, que luego es vengáis aquí á Cuzamil (Cozumél), que para ello envío un navío con soldados, si los hubiéredes menester, y rescate para dar a esos indios con quien estáis, y lleva el navío de plaza ocho días para os aguardar. Veníos con toda brevedad: de mí seréis bien mirados, y aprovechados. Yo quedo aquí en esta isla con quinientos soldados y once navíos. En ellos voy mediante Dios la vía de un pueblo que se dice Chakan Poton ó Potonchán (Tabasco).
Finalmente Taxmar le otorga la libertad a Aguilar, y este, una vez libre, recorrió cinco leguas caminando hasta llegar a Chetumal, donde vivía Gonzalo Guerrero; sin embargo, a su llegada encontró a un hombre completamente distinto al compañero que conoció ocho años atrás: de aquel marinero español, sólo quedaba la misma mirada serena y una prominente barba, vestía con ropajes mayas que dejaban entrever su piel quemada por el Sol, tenía recogido su cabello como los mayas y llevaba zarcillos en las orejas perforadas, un símbolo ritual que identificaba a los guerreros mayas. Su espalda y brazos estaban decorados con tatuajes, signo ritual de aceptación y pertenencia a una tribu, y el apellido de Guerrero había sido cambiado por los mayas a Aroca, (después traducido por los españoles como Azora). Guerrero estaba a cargo de un destacamento y era uno de los Nacom del señorío de Chetumal.
De acuerdo Bernal Díaz del Castillo en su “Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España” cuando Aguilar le mostró la misiva de Cortés :
“…respondió el Guerrero: «Hermano Aguilar, yo soy casado y tengo tres hijos. Tienenme por cacique y capitán cuando hay guerras, la cara tengo labrada, y horadadas las orejas. ¿Qué dirán de mi esos españoles, si me ven ir de este modo? Idos vos con Dios, que ya veis que estos mis hijitos son bonitos, y dadme por vida vuestra de esas cuentas verdes que traeis, para darles, y diré, que mis hermanos me las envían de mi tierra.”
La mujer de Guerrero no se quedó atrás e increpó a Jerónimo:
“Mirad con lo que viene este esclavo á llamar á mi marido, y que se fuese en mala hora, y no cuidase de más[pláticas]”.
Aguilar volvió a hablar a Gonzalo, apelando a su cuna cristiana, que por una india no se perdiese la oportunidad del rescate y que si por mujer e hijos lo hacía, que los llevase consigo si no los quería dejar. Aun así, Gonzalo se negó.
De esta manera, los destinos de Aguilar y Guerrero se separaron; mientras el primero ayudó con la conquista del nuevo mundo como intérprete, el segundo luchó por su nuevo hogar.
Finalmente Jerónimo llegó ante Cortés, quien en un principio no lo reconoció pues su piel era morena por el fuerte sol tropical, y estaba vestido como indígena, además de que tenía cortado el cabello como esclavo. Según Díaz del Castillo, hablaba mal castellano, “mal mascado y peor pronunciado”, pues había pasado ocho años entre los mayas y había aprendido su idioma, en detrimento del castellano.
Una vez incorporado a la expedición de Cortés, Jerónimo de Aguilar desempeñó un relevante papel como traductor en la empresa conquistadora de los futuros territorios de la Nueva España, pues al pasar Cortés por Tabasco, se le entregaron varias mujeres indígenas, entre ellas Malintzin (Malinche), quien sería bautizada con el nombre católico de Marina.
La Malinche, hablaba el náhuatl y Aguilar maya. Así que cuando meses más tarde las fuerzas españolas llegaron al altiplano mesoamericano, en donde predominaba el idioma náhuatl, Cortés hablaba en español a Jerónimo de Aguilar, éste se dirigía a la Malinche en maya y ella lo traducía al náhuatl.
En fin, una vez que Gonzálo Guerrero se negó a unirse a las huestes de Cortés, se dedicó a advertir a su nuevo pueblo de los hombres que acababan de llegar. Les contó sobre ellos y más adelante luchó contra las expediciones militares de Grijalva, Córdoba y Cortés, entrenando a sus hombres para que no se fiaran de un hombre blanco, ni temieran de las armas de fuego de los invasores ni de sus caballos.
Durante los años siguientes, los españoles estimaron que Guerrero se dedicó a entrenar a los mayas para defender su territorio, pues cuando Francisco de Montejo, en mayo de 1527, cruzó el Atlántico con 380 soldados en cuatro navíos, encontró bastantes dificultades al intentar conquistar Yucatán.
Cuando en 1528, Alonso Dávila y Francisco de Montejo se proponen nuevamente conquistar la península de Yucatán, este último envía una carta a Guerrero pidiendo su apoyo a cambio de beneficios, pero él la devuelve con una negativa escrita con carbón en el anverso.
Montejo decide entonces acercarse por mar y que Dávila lo haga por tierra. Pero Guerrero, logra enterarse y con astucia hace creer a Dávila que la expedición de Montejo ha naufragado, y a Montejo, que la de Dávila ha perecido durante una emboscada. Ninguno de los dos decide atacar por separado y es hasta 1531 cuando se encuentran que se dan cuenta del engaño, así que acuerdan continuar con su objetivo.
Primero, imitando la estrategia de Cortés, buscan aliados, pero como éstos solían fingir la alianza y después se volvían en su contra, Dávila decide atacar Chactemal, donde suponían que vivía Guerrero y existían minas de oro. Para su sorpresa, encuentra la ciudad vacía, entra en ella y los hombres de Guerrero lo rodean. Ahí queda encerrado algunos meses hasta que logra escapar a Honduras, donde Andrés de Cereceda, que tiene el proyecto de seguir colonizando esa zona, lo recibe.
Corre ya el año de 1536 y aunque con la ayuda de Guerrero la península yucateca estaba casi libre de los conquistadores, él y sus aliados acuden en auxilio de los mayas de la región de Honduras, haciendo que Cereceda se repliegue. Éste, por su parte, es apoyado por Pedro de Alvarado, quien regresa de Guatemala. En las inmediaciones del río Ulúa se produce una cruenta batalla, y en ella, una flecha de ballesta se le clava en la zona del ombligo y le atraviesa hasta el costado, finalmente, un disparo de arcabuz en el pecho lo hiere de muerte.
Cuando sus hombres se percatan, lo sacan del campo de batalla y lo esconden detrás de unas palmeras. Todos sabían que no sobreviviría, por ello, nadie intentó extraerle la flecha para evitar aumentar su sufrimiento. Entonces, encarga a sus más allegados el cuidado de sus hijos y, al resto de sus hombres, seguir combatiendo, pero al final tuvieron que replegarse y el cuerpo de Guerrero quedó en campo enemigo. Algunos españoles, como Cereceda, afirmaron luego haberlo visto, a “Gonzalo Azora”, “el que andaba entre los indios, tatuado y vestido como un indio, pero barbado como un cristiano”. Durante la noche, algunos de sus hombres rescataron su cuerpo y como homenaje póstumo, lo lanzaron al río Ulúa, para que la corriente le llevara hasta el mar, de donde había venido.
Gonzalo Guerrero, el que tuvo que escoger entre su anterior civilización y la nueva, sus anteriores compañeros y los nuevos, con su vida representó una unión singular entre dos mundos, cuya fusión produjo en su caso una historia muy diferente al resto de la conquista.
Hoy, es considerado el “padre del mestizaje” por ser el primero en procrear hijos mestizos dentro de una alianza reconocida y consentida, y en su honor una estatua se levanta en el Paseo Montejo en Mérida. Y como dice Carlos Villa Roiz en su libro Gonzalo Guerrero. Memoria olvidada, “su patria no fue la tierra en que nació, sino aquella por la cual luchó” y murió.
6 comentarios
Pingback: DOÑA MARINA, LA MALQUERIDA | digitalmx.net
«El poblado de Niebla», como dice el texto, fue capital de cora, de taifa y de condado.
Increíble historia, penosamente fue uno entre miles de españoles que solo se dedicaron al saqueo.(Según muchos relatos antiguos.)
Cual saqueo? Fue una conquista, lo cual han hecho los pueblos de todos los los continentes.
Saqueo, asesinatos, violaciones, esclavitud, guerra y exterminio: «conquista», lo cual han hecho los pueblos de todos los continentes. El hombre, lobo del hombre.
Muy interesante historia