Por Alexander Martínez.
La historia de hoy trata sobre un personaje poco conocido de la historia de México, que mucho antes de que Jesús Negrete «el tigre de santa julia», Jesús Arrigaga «chucho el roto», Heraclio Bernal y otros más hicieran su leyenda, hizo sus fechorías y reflejó el arquetipo de Robin Hood de este lado del mundo, un ladrón que robaba a los ricos abusivos y repartía entre los pobres desfavorecidos: Joaquín Murrieta.
La historia de nuestro personaje es difusa, pues apenas se pueden comprobar algunos datos de su vida, pero eso no ha impedido que en torno a su figura se haya creado una leyenda.
Supuestamente nació entre los años 1824 y 1832 en Villa San Rafael “El Alamito”, jurisdicción del distrito de Altar, Sonora, pueblo ya desaparecido que se encontraba a 2km del actual pueblo de Trincheras, hay quien menciona que en realidad nació en Álamos, también Sonora; fue hijo de Juan Murrieta y Juana Orosco, creció y se casó muy joven con Carmen Félix (otros dicen que Rosa Félix de Vayoreca), no se tiene certeza de la fecha de su boda, pero en una parroquia de Altar existe un acta de bautismo, del 10 de diciembre de 1849, en la que Joaquín y Carmen aparecen como padrinos de una niña.
En fin, tras la injusta guerra de invasión de Estados Unidos y la firma del tratado de Guadalupe-Hidalgo, en el cual se estipulaba la “venta” de 2 millones 400 mil kilómetros cuadrados del territorio mexicano a cambio de la paz y 15 millones de pesos, la llamada ‘Fiebre del Oro’ alentó a Joaquín alcanzar a dos de sus hermanos y migrar a los Estados Unidos junto a su esposa, sus tres cuñados y otro hermano suyo llamado Jesús Murrieta, con el objetivo de trabajar en las minas.
Así como él, otros tantos mexicanos, peruanos y chilenos hicieron lo mismo, llegando masivamente a los territorios de California, Nevada, Colorado y Oregón. Él se estableció con su familia en el pueblo de Murphys, Condado de Toulumne al centro norte de California. Con el tiempo muchos latinos lograron prosperar, creando y gestionando sus propios lavaderos del metal. Sin embargo, esto propició recelos entre los mineros estadounidenses, que presionaron al gobierno para dictar dos leyes que avalaban altos impuestos y el despojo, a la buena y a la mala, de mexicanos y otros latinos que vivían en su territorio, violando así los artículos VIII y IX del Tratado de Guadalupe-Hidalgo que garantizaban lo siguiente:
VIII: Se conservan los derechos de permanencia y garantía de tierras de los mexicanos en los nuevos territorios, y se les permite elegir la nacionalidad que desean conservar.
IX: Se conservan por un año los derechos civiles de los mexicanos en los territorios cedidos, y se establece su igualdad con los derechos políticos con los otros habitantes de los Estados Unidos de América. Se conservan, asimismo, intactos los derechos y propiedades eclesiásticos.
Así que mexicanos especialmente y otros latinos tuvieron que hacer frente a leyes discriminatorias, altos impuestos, asesinatos racistas y bandoleros que robaban con el aval de la justicia.
Y es en este contexto en el que la desgracia tocó a la puerta de Joaquín Murrieta. Cierto día, una gavilla de maleantes llegó a su casa, a Joaquín lo golpearon, a uno de sus hermanos lo ahorcaron y a su esposa la violaron y luego también la mataron. Murrieta reclamó a las autoridades estadounidenses, pero en vez de recibir justicia padeció más atropellos.
Es entonces cuando decide buscar venganza y comienza la historia que se convertiría en leyenda, y digo leyenda porque en realidad se manejan dos versiones principales sobre cómo se convirtió en bandolero.
La primera, recopilada por la Fundación Murrieta, cuenta que en cierta ocasión, mientras se dirigía a la propiedad de uno de sus hermanos, un grupo de bandoleros lo emboscó y lo llevó como prisionero a su guarida en una especie de gruta, allí reconoció que uno de los ladrones era el mismo que había asesinado a su mujer, así que se liberó, lo enfrentó y asesinó frente a uno de sus cómplices, un hombre llamado Juan Manuel García conocido como “Juan tres dedos” o “Jack three fingers», que a la postre se convertiría en su aliado.
No se sabe si por aquel asesinato del que después se enteró la gente o por el simple hecho de ser mexicano, a Murrieta lo detuvo un grupo de personas que lo azotó públicamente y posteriormente pretendía lincharlo, pero «Jack three fingers” lo salvó, lo curó y lo convenció de unirse al grupo de bandoleros que asolaba la comarca de los Valles de San Joaquín y Sacramento.
La otra historia la cuenta William Mero en su libro “Joaquin Murrieta: Literary Fiction or Historical Fact?”, allí narra que Claudio Félix, cuñado de Murrieta, había sido acusado de robo en 1849 y siendo prófugo de la justicia, en 1850 se convirtió en el líder de una de las más crueles y destructoras bandas que acechaban en California. En 1851 Joaquín se une a la banda, en donde aprende todo sobre la vida de los bandoleros y, una vez muerto Claudio, se convierte en el nuevo jefe.
Sin importar cuál sea la historia verdadera, para mediados del siglo XIX Joaquín Murrieta ya era de los más buscados de California, era ese delincuente de quien todos hablaban y pocos conocían de rostro, es más, tenía varios apodos como “el zorro del Valle de San Joaquín”, “el jinete sin cabeza”, “el coyote”, “el patrio”, etc. con respecto a este último apodo, se dice que le decían “patrio” porque los estadounidenses no podían pronunciar bien la palabra “prieto” que hacía referencia a su color de piel.
En fin, junto a su banda, empezó a atracar las diligencias y a robar a la aristocracia local. Se registra que mataron a más de 20 personas y se hicieron con alrededor de 100.000 dólares en oro y un sinfín de caballos que contrabandeaban a Sonora, México. Así Murrieta comenzó a formar su leyenda, la del bandolero que robaba a los ricos estadounidenses para devolver al menos algo a los mexicanos despojados en California.
Al final, esto propició que el gobierno de California, tomara cartas en el asunto y el 17 de mayo de 1853 se expidiera un estatuto en el que se pedía la cabeza de Joaquín por parte del gobernador John Bigler, también se enlistó su nombre entre los de los delincuentes más buscados y se reprodujo su rostro en carteles que ofrecían una recompensa de mil dólares de por su cabeza y otro tanto por la de su socio «Jack three fingers». El 28 de mayo se designó también a Harry Love, veterano de la guerra México-Estadounidense, al mando de un grupo de rangers para cumplir la misión. Pero Murrieta no se los iba a poner tan fácil, conocía bien gran parte de California y los rangers nunca pudieron encontrar su guarida pues desconocían la geografía del nuevo territorio que durante 36 meses había sido la ventaja de Murrieta sobre sus perseguidores.
Sin embargo, la aprehensión de su cuñado, Jesús Félix, facilitó su persecución, pues fue él quien guío a los rangers hasta el campamento de Murrieta en el Arroyo de Cantúa, donde se preparó una emboscada que acabaría con la vida del justiciero sonorense.
La madrugada del 25 de julio, se llevó a cabo el asalto a los forajidos, y el honor por la “captura” de Murrieta se lo llevó el propio Love, quien para demostrar al mundo su proeza, cuentan mandó cortar la cabeza de Murrieta y la mano de Jack «Three Fingers», los colocó dentro de un frasco con alcohol para conservarlas, y posteriormente las llevó de gira como parte del espectáculo de aquellos circos ambulantes que exhibían personas discapacitadas como fenómenos, comenzando el 12 de agosto de 1853 y terminando en septiembre de 1855.
También se erigió una placa en el lugar que traducido dice lo siguiente:
ARROYO DE CANTUA
El cuartel general del conocido bandido, Joaquín Murrieta, fue asesinado aquí el 25 de julio de 1853 por un grupo de rangers del estado, encabezado por el capitán Harry Love, aterrorizó los campos mineros y las operaciones en este escenario durante su carrera.
Pudiera parecer que allí termina la historia de Joaquín Murrieta, ¡pero no!… aquí entramos también en el terreno de lo incierto, pues los asaltos de bandoleros continuaron en la zona mientras la supuesta cabeza de Murrieta recorría el territorio californiano, pues en realidad quien había muerto era Joaquín Valenzuela, principal lugarteniente de Murrieta, y la cabeza exhibida como prueba estaba avalada por testimonios falsos.
De hecho, se dice que tiempo después Joaquín Murrieta volvió a Sonora junto con su hermano Jesús y se cambió el nombre a Joaquín Carrillo, tras lo cual se dedicó al comercio de caballos salvajes que llevaba de Sonora a Veracruz.
También se dice que en una carta publicada en 1875 por el periódico Herald de San Francisco escrita supuestamente por el propio Joaquín Murrieta, afirmaba que “todavía conservo mi cabeza”.
Así que por un lado tenemos la versión estadounidense de la historia y por otra la versión mexicana que menciona que murió entre el final de la década de 1870 y que fue enterrado en el panteón jesuita del pueblo de Cucurpe, Sonora.
Cabe resaltar la existencia de una versión chilena que afirma que Joaquín Murrieta llegó a California procedente de Chile, oriundo del pueblo de Quillota, al norte de la ciudad de Valparaíso, en donde se había dedicado al cultivo de la vid. Fue soldado y formó parte de la escolta de Manuel Bulnes Prieto, presidente de la República de Chile entre 1841 y 1851, pero tuvo que huir de la justicia de su país por haber asesinado a un alto oficial del ejército que había matado a uno de sus hermanos menores, y así terminó en California. Esta versión se fundamenta en la gran migración de chilenos a California a consecuencia de la fiebre del oro. Pero eso ya es material de discusión.
Al final su vida caló hondo en la cultura de la frontera México-Estadounidense y sus hazañas quedaron documentadas a partir de 1854, cuando un periodista que se denominaba “Yellow Bird” publicó una novela llamada “Life and adventures of Joaquín Murieta, the celebrated California Bandit”, posteriormente, durante el Porfiriato, Ireneo Paz publicó su obra “Vida y aventuras de Joaquín Murrieta, famoso bandolero mexicano”, hasta el propio Pablo Neruda, escribió una obra de teatro dedicada a Murrieta «Fulgor y Muerte de Joaquín Murieta» (que por cierto no he leído, pero imagino aborda la versión chilena del personaje).
Así termina la historia de Joaquín Murrieta, ladrón y asesino para los estadounidenses, héroe para los latinoamericanos. Como epílogo, podría decirse que al final no importa lo que pensaran los vecinos del norte de su tiempo, pues al final, el personaje se ha convertido en héroe, personaje de novela e incluso de película con el famoso atuendo negro y antifaz del «Zorro», en películas que ellos mismos han producido, con total tergiversación por supuesto, pero reconociendo su historicidad a final de cuentas.
3 comentarios
Comento que existe la publicación del CORRIDO de «JOAQUIN MURRIETA» publicado en la serie fonográfica «Cancioncitas» producida por Radio U de G en voz de Fernando Gonzáles G.
Manuel rojas, escritor, investigador, historiador y maestro univeesitario de la UABC, (universidad autonoma de baja california , en una investigacion que la hace una obra de teatro » epica de Joaquin Murrieta, hace declaracion de este personaje tan afamado en esa epoca y dice haber encontrado documentos probatorios de su nacimiento en el Alamo sonora.
Excelente artículo, da pena que mucho de los hijos de Mexicanos nacidos en California no sepan nada ni conozcan las leyendas de Joaquín Murrieta, yo he platicado con muchos acá en California y no saben nada. Lo cual es importante por ser parte de la cultura México-Estadounidense. Saludos y excelente aporte!!!