Por Alexander Martínez.
La historia de esta ocasión ocurrió en el año de 1266, cuando el mandatario Mongol Kublai Khan pausó su campaña de subyugación de China, y envió un mensaje al emperador de Japón. Él se refirió al soberano nipón como “el gobernante de un pequeño país”, y le exigió someterse a los mongoles y pagar tributo de inmediato o arriesgarse a enfrentar una invasión; sin embargo los emisarios del Khan regresaron de Japón sin respuesta.
Cinco veces más durante los siguientes seis años, Kublai Khan envió mensajeros, pero el shogun japonés en Kamakura ni siquiera les permitió arribar en Honshu, la isla principal.
En 1271, Kublai Khan finalmente derrotó a la dinastía Song y se proclamó el primer emperador de la dinastía Yuan. Como nieto de Genghis Khan, Kublai gobernó la mayor parte de China, además de Mongolia y Corea, mientras sus tíos y primos gobernaban un territorio que se extendía desde Hungría en el este hasta la costa pacífica de Siberia. Con tal poder en sus manos, el gran Khan del imperio mongol no iba a tolerar el descaro de su vecino japonés.
Por tal motivo, a principios de 1272, Kublai Khan decidió lanzar un ataque contra Japón, pero sus consejeros le recomendaron esperar hasta que una armada apropiada para tal misión pudiera ser construida, por eso comisionaron la construcción de 300 a 600 barcos en los astilleros del sur de China y Corea, y reclutaron un ejército de 40,000 hombres; cabe resaltar que muchos de los oficiales eran mongoles, pero la basta mayoría de guerreros eran chinos y coreanos.
Como vez, los japoneses se encaraban a un enorme problema debido a que contra esa descomunal fuerza, Japón solo podía reunir aproximadamente 10,000 guerreros de las filas de los diferentes clanes samurái, que a menudo disputaban entre sí.
La primera Invasión.
El otoño de 1274, los mongoles lanzaron un ataque escalonado, desde el puerto de Busán al sur de Corea. Cientos de barcos grandes y un numero aún mayor de barcos pequeños zarparon hacia el mar de Japón (El numero exacto de barcos es desconocido, pero se estima un rango de entre 500 y 900).
En primer lugar, los invasores se apoderaron de las islas de Tsushima e Iki, que se encuentran a medio camino entre Corea y las principales islas de Japón. Rápidamente superaron la resistencia desesperada de los residentes japoneses de las islas, tras lo cual mataron a todos y siguieron navegando hacia el este.
El 18 de noviembre, la armada mongola llegó a la bahía de Hakata, cerca de la actual ciudad de Fukuoka, en la isla de Kyushu. Gran parte de nuestro conocimiento historico sobre los detalles de esta invasión proviene de un rollo que fue encargado por el samurái Takezaki Suenaga, quien luchó contra los mongoles en ambas campañas.
Suenaga relata que el ejército samurái se dispuso a luchar según su código de combate llamado bushido; un guerrero saldría, anunciaría su nombre y linaje, y se prepararía para el combate uno a uno con un enemigo; pero para desgracia de los japoneses, los mongoles no estaban familiarizados con el código. Cuando un samurái solitario se adelantó para desafiarlos, los mongoles simplemente lo atacaron en masa.
Para empeorar la situación, las fuerzas invasoras también usaban flechas con puntas venenosas, proyectiles explosivos lanzados con catapultas y arcos cortos que eran dos veces más potentes y exactos que los arcos de los samurái. Además, los mongoles luchaban en unidades, en lugar de cada hombre por sí mismo, los golpes de tambores les transmitían las órdenes que guiaban sus ataques precisos y coordinados; todo esto era nuevo para los samurái.
Takezaki Suenaga y los otros tres guerreros de su casa fueron desarmados en la lucha, y cada uno sufrió graves heridas ese día, solo una carga tardía de más de 100 refuerzos japoneses fue lo que salvó a Suenaga y a sus hombres. Lesionado se retiró a pocos kilómetros de la bahía por la noche, decidido a renovar su defensa para la mañana siguiente con sus casi sin desesperanzados guerreros.
Sin embargo, al caer la noche, un fuerte viento y una fuerte lluvia comenzaron a azotar la costa. Sin saberlo los defensores japoneses, los marineros chinos y coreanos a bordo de los barcos de Kublai Khan estaban ocupados persuadiendo a los generales mongoles para dejarlos anclar y dirigirse hacia aguas más profundas; les preocupaba que el fuerte viento y las altas olas fueran a encallar sus barcos en la bahía de Hakata. Los mongoles cedieron, y la gran armada navegó hacia aguas abiertas, directamente hacia los brazos de un tifón (huracán) que se aproximaba.
Dos días después, un tercio de los barcos mongoles yacían en el fondo del Pacífico, y tal vez 13.000 de los soldados y marineros de Kublai Khan se habían ahogado. Los sobrevivientes que quedaron, regresaron a casa, y Japón se libró del dominio del Gran Khan por esa ocasión.
Un intermedio de siete años
Mientras Kublai Khan se encontraba en su capital Dadu (Beijing) y reflexionaba sobre las desgracias de su flota, los samurái esperaron a que los shogun del bakufu (forma de gobierno) en Kamakura les recompensaran por su valor; usualmente a los samurái que se desempeñaban bien en las batallas se les concedía una parte de la tierra o bienes incautados al enemigo derrotado, pero en el caso de la invasión mongola, no había despojos que repartir; los invasores habían venido de fuera de Japón y no dejaron ningún botín detrás, por lo que el bakufu no tenía manera de pagar a los miles de samuráis que habían luchado contra los mongoles; de los 10.000 samurái que lucharon, sólo 120 recibieron alguna recompensa.
Sin embargo, este hecho al parecer no afectó tanto al gobierno nipón pues cuando Kublai Khan envió nuevamente una delegación de seis hombres para exigir que el emperador japonés viajara a Dadu y se inclinara ante él, los japoneses, que consideraban la rendición y la derrota como una deshonra, respondieron decapitando a los diplomáticos mongoles; entonces Japón se preparó para un segundo ataque.
Los líderes de Kyushu tomaron un censo de todos los guerreros y armas disponibles, y ordenaron a los terratenientes de Kyushu construir un muro defensivo alrededor de la bahía de Hakata (de 1.5m a 4.5m de alto y 40km de largo aproximadamente). La construcción duró cinco años y cada terrateniente era responsable de una sección del muro proporcional al tamaño de su propiedad.
Mientras las cosas marchaban así en Japón, en China Kublai Khan creó una nueva división gubernamental que se encargaría específicamente del caso nipón: el Ministerio para la conquista de Japón. Dicho ministerio ideó planes para un ataque en dos frentes la primavera siguiente, para aplastar a los japoneses de una vez por todas.
Segunda Invasión
Y llegó la primavera de 1281, los japoneses recibieron la noticia de que una segunda fuerza de invasión mongola navegaba hacia Japón. Los samurái se prepararon para el arribo del enemigo afilando sus armas y rezando a Hachiman, el dios sintoísta de la guerra.
Kublai Khan estaba decidido a aplastar a Japón esta vez, era consiente de que su derrota siete años atrás había ocurrido por “mala suerte”, debido más al clima que a la habilidad de lucha samurái.
Más prevenidos de este segundo ataque, los japoneses fueron capaces de reunir a 40.000 samuráis y otros combatientes, que se reunieron detrás del muro defensivo de la bahía de Hakata a esperar al enemigo que venía del oeste.
Pero esta vez los mongoles enviaron dos fuerzas separadas: la primera, que constaba de 900 buques y 40.000 tropas chinas y coreanas, partió de Busán (Corea), mientras que la segunda, una fuerza aún más imponente, de 100.000 tropas, zarpó del sur de China en 3.500 buques. El plan del Ministerio para la Conquista de Japón consistía en un abrumador ataque coordinado de ambas flotas.
El 23 de junio de 1281, la flota coreana alcanzó la bahía de Hakata, pero los buques de China no se veían en ninguna parte.
La división más pequeña del ejército mongol era incapaz de romper la pared defensiva japonesa, y la batalla comenzó a “estancarse”. Sin embargo, los samuráis aprovechando la cobertura que les proporcionaba la oscuridad de la noche, se dirigían a los buques mongoles en pequeñas embarcaciones, atacaban a las tropas chinas y coreanas, prendían fuego a las naves y luego regresaban a tierra. Estas incursiones nocturnas sirvieron para desmoralizar a los conscriptos de los mongoles, algunos de los cuales habían sido conquistados recientemente y no sentían aprecio por el emperador. Tal situación duró 50 días, mientras la flota coreana esperaba los refuerzos chinos.
Finalmente, el 12 de agosto, la flota principal de los mongoles arribó al oeste de la bahía de Hakata. Ahora las cosas cambiaban enormemente para los nipones, ya que esta vez se enfrentaban a una fuerza tres veces mayor que la suya, los samurái corrían un grave peligro de ser invadidos y sacrificados si perdían la batalla. Con poca esperanza de supervivencia, y consientes de que no habría recompensas monetarias si triunfaban, los samurái japoneses lucharon con desesperado valor.
Seguramente alguna vez has oído el dicho de que la verdad supera la ficción, y eso es exactamente lo que ocurrió el día 15 de agosto de 1281; justo cuando parecía que los samurái serían exterminados y Japón sería sometido al yugo mongol, un segundo tifón tocó tierra en Kyushu. La devastación fue tan grande para el ejercito mongol, que de las aproximadamente 4.400 naves que poseían, sólo unas centenas sobrevivieron al meteoro, la mayoría de los invasores se ahogaron y los pocos miles que lograron llegar a la costa eran cazados y muertos sin piedad por los samurái. Muy pocos lograron regresar a china.
Debido al cambio de circunstancias tan inesperado, los japoneses creyeron que sus dioses habían enviado las tormentas para salvar a Japón de los mongoles, y las llamaron “kamikaze” (神風 – viento divino), la famosa palabra que siglos después terminaría designando a los pilotos suicidas de la fuerza aérea japonesa en la segunda guerra mundial y que pasó al colectivo popular con esta segunda referencia.
Al final propio Kublai Khan tal vez pensó que Japón estaba protegido por fuerzas sobrenaturales y abandonó la idea de conquistar a ese “pequeño país”.