
El teléfono celular se ha convertido en una herramienta imprescindible en la vida cotidiana de millones de personas alrededor del mundo. Su evolución, de simples aparatos para hacer llamadas a dispositivos multifuncionales capaces de concentrar nuestras comunicaciones, información, finanzas y entretenimiento, ha sido clave en la transformación digital de las sociedades. Este fenómeno ha sido especialmente evidente en países como México, donde el uso del celular ha crecido de manera sostenida durante la última década, impulsado por la expansión del internet, el abaratamiento de la tecnología y el cambio en los hábitos de consumo y comunicación.
En este sentido, según la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) del Inegi, para 2024 se contabilizaron 98.6 millones de usuarios de celular en el país, lo que representa el 81.7% de la población. En 2015, esa cifra era de 76.4 millones. Esta tendencia ascendente va de la mano con el crecimiento en el acceso a internet, que en el mismo periodo pasó de 12 millones de viviendas conectadas a más de 28 millones, es decir, el 73.6% de los hogares del país.
En la actualidad, el celular no solo se utiliza para comunicarse, sino también para acceder a redes sociales, consumir contenidos, comprar en línea y realizar operaciones bancarias y de inversión. En concreto, en 2024, casi la totalidad de los internautas en México -un 93 %- recurrió a su móvil para comunicarse, y un 90.4 % lo utiliza cotidianamente para navegar en redes sociales.
Estos datos confirman que los smartphones dominan el mercado, representando el 96.6 % de los dispositivos móviles activos, mientras que los teléfonos básicos apenas alcanzan el 3.2 %. Además, el acceso a estas funciones se distribuye de manera muy pareja entre géneros, ya que el 91 % de las mujeres y el 90.2 % de los hombres emplean su celular para enviar y recibir mensajes instantáneos.
A pesar de este avance generalizado, las diferencias entre zonas urbanas y rurales siguen marcando una brecha importante. Por un lado, en las ciudades el 86.9% de los habitantes tiene acceso a internet, pero en áreas rurales el porcentaje baja al 68.5%. Estas desigualdades también afectan el tipo de actividades realizadas en línea, pues en zonas urbanas, el 80.1% consume contenidos audiovisuales y el 39.2% hace compras por internet; en contraste, en áreas rurales estos números se reducen al 68% y 19.1%, respectivamente.